Hace unos meses, pusimos en marcha otro punto clave del Proyecto Lavazza, proyecto que busca promover la cultura cafetera y fortalecer el tejido comunitario en la Comuna 8. A través de la siembra y producción de café, no solo estábamos generando prosperidad para el territorio, sino también construyendo un futuro esperanzador para los jóvenes de esta comunidad. De eso efectivamente trata esta última iniciativa.
Se trata de un ciclo de encuentros con los jóvenes del colegio de La Sierra de Grado 10. La escuela IE Maestro La Sierra suele ser nuestro lugar de encuentro, aunque este ciclo incluye algunas salidas de campo para visitar las fincas de los productores cercanos a la escuela. Los encuentros están divididos en el trabajo sobre cuatro pilares.
El primero, como introducción al tema y base del contenido que tratamos, hablamos con los jóvenes de la memoria del territorio. Se intercambian conocimientos sobre la historia del barrio y la conexión a la cultura cafetera de desarrollo sostenible, mediante testimonios o entrevistas con representantes locales. En esta parte contamos también con el apoyo de José Luis, el profesor de ética, quien es nuestro lazo con la clase y un experto en memoria histórica de La Sierra; y con el apoyo de Llorchi, uno de los jóvenes del barrio que formaba parte de la Mesa de Trabajo, y que pudo acompañarnos a hacer algunas actividades prácticas y sensoriales con los chicos.
En segundo lugar, no solo nos enfocamos en el pasado, también abrimos ventanas al futuro. Hablamos de prospectivas de futuro. Se trata la relevancia de los jóvenes en el mundo del café, las posibilidades de profesionalización, la formación de capacidades de emprendimiento, las ofertas laborales del sector, la importancia de la investigación y el desarrollo, y el valor económico que genera la actividad sobre el territorio. En esta ocasión contamos con el apoyo de Luis, el técnico agropecuario de nuestro partner Salva Terra, quien impartió un ameno encuentro sobre estas temáticas.
El tercer pilar son las salidas de campo. En esta primera edición del proyecto, se organizó una visita a la casa/finca de Rosa y Levitt, dos productores que colaboran con nosotros en otros programas y siempre se muestran dispuestos y encantados de ayudarnos. En esta ocasión pasamos una mañana entera de excursión, visitando la finca de Hogares Claret, donde Rosa y Levitt cuidan de una parte de la plantación de café. Después visitamos su casa/taller, donde secan, seleccionan y empacan su café. En cada paso del proceso, desde la recolección hasta el procesamiento final, descubrieron la dedicación y el esfuerzo que conllevaba producir una taza de café de calidad. Estas experiencias prácticas fortalecen su conexión con el territorio y les permiten comprender la importancia de cuidar la tierra que los ha visto crecer.
En último lugar tenemos la creación del producto final, que en esta edición se trata de un podcast. Este producto final tiene por objetivo la expresión personal de los jóvenes sobre todo lo aprendido de manera creativa y a través del trabajo en equipo. Por lo que en las próximas ediciones podrán variar. En este paso estamos todavía trabajando ya que es el que conlleva mayores horas de trabajo en equipo. Hemos explicado los pasos a seguir para la creación de dicho podcast (tipos de podcast, planificación, ejecución, difusión), permitiendo libertad de a los alumnos en cuanto a formato y contenidos. En estos momentos seguimos con la parte creativa del guión y la grabación. Estoy segura de que saldrán unas piezas bien trabajadas e interesantes. Estos podcasts se difundirán a través de emisoras comunitarias, redes sociales y medios propios, para alcanzar un público más amplio y demostrar el talento y la determinación de estos jóvenes.
Recuerdo el primer encuentro con ellos. Son un salón de unos veinticinco jóvenes muy motivados, abiertos a cosas nuevas, con ganas de participar y de ser parte de algo. Es palpable la sed de conocimiento y el deseo de escapar de los estereotipos y limitaciones que a menudo les rodean. Nuestra tarea es clara: empoderarlos, mostrarles el potencial que habita en cada uno de ellos y mostrarles un posible camino hacia el futuro.
La relevancia de la pertenencia a un lugar se hace evidente en cada interacción. Estos jóvenes, a pesar de las adversidades y la violencia que presencian, se aferran a su identidad como colombianos y luchan, casi inadvertidos, por crear una nueva, una identidad que se desconecte de lo que heredan por ser de donde son.
Trabajar en el barrio, con los jóvenes de la escuela y con la comunidad, me recuerda la importancia del trabajo comunitario y el poder transformador que puede tener. Me recuerda el por qué me gusta esta forma de vivir. Dedicarse a “lo social” no es solo una salida profesional, se trata de fortalecer lazos humanos, cultivar la confianza y empoderar a las personas para que se conviertan en agentes de cambio en sus propias vidas y comunidades. El café, en este caso, es solo una herramienta.
Sé que el impacto de este proyecto perdurará en el tiempo, dejando un legado de cambio positivo en todos los que se vieron participando en él: los jóvenes, los productores, los profesores, nosotros como ENGIM… Espero poder llevarme de este año, la sutileza con la que nuestro foco de atención cambia todo nuestro mundo.